jueves, 19 de noviembre de 2015

UNA CARTA QUE NO QUIERO LLEGAR A ESCRIBIR, AÑO 2050

En memoria de la familia que perdimos…

Hemos llegado al año 2050 y la humanidad, el pariente psicótico de la familia, el pariente sin culpa ha terminado con los últimos Homínidos, lejos quedaron sus pasos sobre sus hábitats ya casi inexistentes, así como las familias que buscaban sustento bajo la lluvia.

Aún recuerdo todos los esfuerzos que muchos hicieron por salvarlos y como los oídos sordos del poder desoyeron la advertencia, pero es así, una especie  psicótica que carece de culpa y de límites, cuando de saciar su voracidad se trata, provoca su propia soledad, como si hubiéramos terminado con toda nuestra parentela en una bacanal de sangre y luego solos en una mesa caemos en la cuenta de que no fue un sueño, sino la más cruel realidad.

Cada vez fueron menos, y como todavía había alguno no nos preocupamos, algunos en zoológicos, otros en laboratorios, otros en santuarios cada vez más minúsculos, ya ninguno en sus hogares naturales, porque por nuestro hambre de espacio ya no eran más las selvas y sabanas, bosques y humedales, ya no eran más…

Recuerdo a mi amigo Pedro Pozas  y tantos otros en su lucha incansable como quijotes ante molinos que picaban vidas en todo el mundo por el vil metal y seguían girando indiferentes a los clamores por un trato distinto a la naturaleza, recuerdo la última vez que vi un chimpancé detrás de una jaula, con su cuerpo y su alma mutilados, y las oportunidades perdidas de aprender de su libertad y ser verdaderamente humanos.

Lejos quedaron discusiones bizantinas y mezquindades que impidieron la unión de todos los que decían querer a los animales, nunca tomaron en cuenta que unidos podían mucho más y que la prioridad no era tener una razón sino nuestros hermanos, que estúpidos animales fuimos.
Ya no podre nunca cumplir mi sueño de intentar compartir con ellos una caminata en el bosque, ni dejar de tener el aparente control del mundo para aprender de quienes nunca pretendieron tenerlo, una ilusión que se fue y no volverá jamás.

Me duele escribir cada palabra de esta carta, pero aun puedo sentir dolor, ellos ya no sienten, son solo recuerdos de un mundo que pudo ser….


Fui educador toda mi vida y lo único que me consuela ahora, que ya no estoy en las aulas, es no enfrentar a los niños de hoy tratando de hacerles entender nuestros crímenes de ayer…

Como huérfanos estamos ahora…y todo lamento es ahora inútil y cruel…

ESTO ES ALGO QUE NO QUIERO ESCRIBR NUNCA, PERO AUN EL MUNDO ME DICE QUE SI SEGUIMOS ASI ALGUN DIA, ANTES DE SORPRENDERME LA MUERTE, LO HARE…


ANGEL GABRIEL MENDEZ
Presidente de Educación Contra el Maltrato Animal
Argentina.

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